La mejor predicción que hice al inicio de la pandemia fue que si no modificaba mi alimentación iba a terminar la cuarentena con varios kilos de más y con algunos problemas de salud. Decidí entonces cambiar mi dieta, acompañándola de un plan de entrenamiento acorde. El resultado fue que al año tenía varios kilos menos, más masa muscular, un mejor rendimiento físico y, tan o más importante aún, me sentía mejor conmigo mismo.
Lo interesante de esto es que la sola decisión de alimentarme mejor1 me llevó a tener más energía, motivándome a continuar la buena alimentación. Esa energía adicional facilitó que entrenara y entrenar a su vez reforzó el deseo de continuar alimentándome bien. Y cuando empecé a notar los resultados positivos en mis niveles de energía, en mi apariencia y en mi bienestar general, terminé generando un círculo virtuoso que me permitió mantenerlo en el tiempo. Hoy, tres años después, tener una dieta sana y entrenar se transformó en parte de quien soy y es algo que ya no imagino de otra manera.
Ahora bien, los efectos que tienen la alimentación y la actividad física (o la falta de ella) sobre la salud son ya ampliamente conocidos y resultan bastante evidentes. Sin embargo, existe una situación análoga no tan evidente, que se refiere a cuánto influye el contenido que consumimos en lo que pensamos. Polina Pompliano, la autora del fantástico newsletter The Profile, se refiere a esto como dieta de contenido.
En una charla con Tim Ferriss, James Clear plantea que casi la totalidad de las ideas que tenemos surgen del contenido que consumimos. Así, cuando elegimos qué mirar, qué escuchar y qué leer, estamos en definitiva eligiendo los pensamientos que tendremos en el futuro. En consecuencia, afirma, la persona que genera mejores flujos de información tendrá mejores pensamientos. Simple. Y bastante lógico, ¿no?
En un artículo en The New Yorker, Jay Caspian Kang alimenta el debate sobre Chat GPT y su capacidad para reemplazar a los escritores de carne y hueso2. El autor nos recuerda que el algoritmo no produce contenido “de la nada”, sino que parte de un extenso cuerpo de información que recibió para aprender y poder, luego, escribir como lo hace. En este punto me lo imagino a James Clear diciendo que lo que el algoritmo consume determina lo que el algoritmo va a generar en el futuro (que es la pura verdad).
Sin embargo, el argumento de Kang no termina allí. Porque Kang, de forma muy inteligente, afirma que sin escritores de carne y hueso Chat GPT no tendría qué consumir y, por lo tanto, no podría generar nada. Lo cual parece zanjar la cuestión. Pero, porque siempre hay un pero, también destaca Kang que aquello que los seres humanos escribimos es también el resultado de lo que consumimos previamente. Esquivando en esta instancia la discusión acerca de si la inteligencia artificial borrará del planeta a los escritores de carne y hueso, el punto que no quiero dejar escapar es el que Kang pone sobre la mesa cuando, nuevamente, considera a lo que consumimos como determinante de lo que producimos.
Si aceptamos entonces que existe esta relación directa (o al menos que lo que entra en nuestros cerebros influencia de forma significativa lo que sale de ellos), ¿qué vamos a elegir la próxima vez que nos encontremos recorriendo portadas en Netflix?
Llegados a este punto me queda un argumento más que poner a consideración. De la misma manera que alimentarse bien y entrenar generan un círculo virtuoso, la elección del contenido genera su propio círculo virtuoso (o vicioso, según el contenido que se elija). Si mejoramos nuestra dieta de contenido, vamos a mejorar nuestros pensamientos y las ideas que nos surjan, lo que demandará a su vez mejor contenido para alimentarlas, perpetuando una dieta saludable de contenido.
Hace más de 170 años se acuñaba la frase somos lo que comemos3. Si llegados a este punto la consideramos verdad, también sería lógico considerarla incompleta porque, en definitiva, somos lo que consumimos.
Si bien todo arranca con esa decisión, lo cierto es que luego se trató de llevar esa decisión a la práctica día tras día. En mi caso fue clave el libro Atomic habits de James Clear, del que ya hablaré en otra ocasión.
No me animo a decir escritores reales, porque si el producto del trabajo de un escritor es un conjunto de palabras que tienen un argumento y algún fundamento (y eso es incluso más de lo que muchos escritores “reales” producen), entonces no me quedan dudas que Chat GPT califica como un escritor real.
La frase original en alemán es Der Mensch ist was er isst (el hombre es lo que come) y fue escrita en 1850 por Ludwig Feuerbach. Existe un interesante debate acerca de lo que Feuerbach realmente quiso decir, algunos afirman que la expresión es bastante literal, mientras que otros le dan un sentido más metafórico. En el artículo Feuerbach's "Man is what He Eats": A Rectification (Cherno, 1963) hay una argumentación bastante extensa acerca del significado de esta expresión.